El
día en que se hizo la luz, sobrevino a su imagen la sombra, como al haz su
envés, al verbo su mudez, a una mano la otra.
Confinada la sombra, desea con avidez someter al ámbar incandescente,
por cuya aura enceguecida, humosa se erige, sin saber que su extinción
conllevará su propia muerte.
Es su sino ser la parte oscura
de la luz, cuyo poder por siempre reclama. ¿Acaso no es el fuego el que devora
las alas de las mariposas imantadas, alumbra platónicas cavernas, funde
corazones de plomo y papel, templa gélidos cuerpos, esculpe yerros, todo lo
reduce a nada?
Conquistando los recovecos,
rampa esquinada en sus dobleces, afilando cuchillos y espadas, o repta su manto
denegrido por la ínfima superficie, cuando no esparce envanecida licuada mácula.
¿No ves que estás hecha de bruma, que pronto la noche disipará tu porte de humo
y el viento del norte tornará invertida al fuego su ceniza?
Deliras al no poder conservarte, sombra,
extinta la luz que te sustenta, ni codiciarla en exceso. La diosa consumió su
inmortalidad al reiterar el baño de llamas. Mas no pienses que tu nombre sobra.
¡Huye a la tibia insipidez! Ella te otorgará la videncia que nunca tuviste.
Luna nueva, hueca tierra, sombra nada. Confórmate con los destellos que
acrecientan tu penumbra. El fuego irisará tu cerco y verás surgir, de entre tus
piedras, la lumbre.
María Romo, "In Paene Umbra", ALQUIMIA DEL FUEGO Antología heterogénea de poesía, prosa poética y microrrelato, Sarah Schnabel, Santiago Aguaded Landero, Jack Landes, Amargord ediciones, p. 464.
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