2 TEMÁTICA M. Romo
La sabiduría
fue por antonomasia, el tema principal de las narraciones medievales; considerada el mayor tesoro que un
hombre podía llegar a adquirir, a través del cual se dignificaba, al tornarse su proceder recto y ejemplar. El papel de los sabios no era en ningún caso acrecentar su
saber, considerado éste como algo acabado, sino transmitirlo a quienes fuesen dignos de él para que no degenerase en algo muerto. Nada podía encumbrar más al hombre que sus propias obras. La sabiduría poseía un sentido pragmático más que erudito. Sabio no es tanto el que
ha adquirido erudición como el que ha aprendido a vivir. La sabiduría se
convierte así, en una especie de filosofía moral con una fuerte carga de
orientación social.[1]
En la mayoría
de los cuentos, la voz de la razón, la sabiduría o experiencia, se pone en
boca de un rey, un patriarca o un ermitaño. Los textos sapienciales
contienen un conjunto de normas de conducta, útiles para todos los hombres, e
imprescindibles para quienes tienen que ser modélicos.
Las obras tratan temas específicos como la fidelidad, la justicia, la amistad; es decir, virtudes
que propiciadas en el hombre, favorecen la convivencia. Los exemplos se
detienen en analizar los vicios y defectos, las taras humanas, para una vez
reconocidos, poder remediarlos, cumpliendo de ese modo su fin moralizador y
pedagógico.
Los postulados
y preceptos morales del mundo oriental coincidían por universales, con los del
cristianismo, lo cual explica la acogida que este tipo de literatura tuvo en el
mundo occidental. Algunas fuentes empero, fueron tergiversadas, adaptadas a la
moral cristiana que acentuó su carácter ejemplar a sus axiomas ideológicos.
2. 1 ASTROLOGÍA, MAGIA Y ESOTERISMO
El hombre
medieval creía que Dios hacía uso de
signos crípticos interpretables solo por los hombres
considerados sabios; éstos a su vez, transmitían su saber exclusivamente a
quienes estimaban dignos de él.
La
atracción que ejercía todo lo esotérico, la lectura de las estrellas, los
agüeros y premoniciones a los que eran tan inclinados los hombres del medievo, que veían en las
señales de la naturaleza, signos inequívocos del advenimiento de la fortuna o
del infortunio, se vislumbra en las
traducciones de numerosos tratados de astrología y astronomía árabes
realizadas en tiempos de Alfonso X:
Lapidario, Libro complido en los judizios de las estrellas, Libro del saber de
Astronomía etc., y se refleja en los motivos de numerosos cuentos.
La
credulidad más ingenua llegaba a identificar incluso signos naturales, ya sea la tormenta, como indicio de acciones diabólicas[2].
Creían del mismo modo, en la alquimia como ciencia, conocimiento a través del cual, se podía convertir cualquier cosa en oro, creencia motivo de escarnio en el Enxemplo
VIII de El Conde Lucanor, donde un supuesto
alquimista, engaña al iluso rey, haciéndolo objeto de su burla.
En Barlaam y Josafat, versión cristianizada de
la leyenda hindú de Siddharta Gautama, vemos cómo un astrólogo profetiza a un
rey que su hijo abandonará el reino para convertirse en asceta. Para escapar
de tal designio, el rey ordena encerrarlo en su palacio. No obstante, el
príncipe logra escapar y la profecía termina cumpliéndose a pesar de las
precauciones del padre. El tema del destino predeterminado por las estrellas, fue una constante en el pensamiento de la Edad Media. La libertad humana queda, de ese modo, acotada por los designios divinos ante los cuales sólo resta la
resignación y el acatamiento. Calderón de la Barca retoma el tema siglos más tarde planteando
desde su óptica particular la libertad del hombre a través del personaje de
Segismundo en La vida es sueño, al
que su padre también encierra, esta vez
en una torre, en un intento igualmente fallido, de preservarlo de su destino. Análogo argumento desarrolla Washington Irvin, autor del siglo XIX, en su relato Historia del príncipe Ahmed Al Kamel o El peregrino de Amor, incluído en Apuntes Literarios.
Del mismo modo, creían en el poder de las artes
mágicas, la nigromancia, la existencia de demonios y brujas. Todas esas
creencias quedaron testimoniadas en los procesos inquisitoriales y aparecen
multitud de referencias en numerosos
cuentos que han sobrevivido hasta nuestros días. Don Juan Manuel en el exemplo
XII, narra lo que le aconteció a un
hombre hecho rico y luego pobre por el diablo, concluyendo con el consejo de
ser precavido ante aquellos que ostentan la profesión de adivinos. En el exemplo
XIII, don Illán hace uso de sus poderes mágicos, para hacer ver al deán de Santiago,
la ingratitud que recibiría de él si decidiera transmitirle el arte de la
Nigromancia. Don Manuel usa el recurso de la magia para introducir el futuro, pero
en este caso, el tema principal no es la crítica a unas determinadas creencias
populares, sino la ingratitud como condición humana.
2. 2 LA INGRATITUD
La ingratitud es el tema de exemplos atestiguados desde época antigua. En “Hermes
y el cuervo”, Esopo advierte que aquél
que se ha mostrado ingrato con su bienhechor, difícilmente contará con otra
ayuda, quedando así desacreditado para siempre. Don Juan Manuel alecciona sobre lo mismo en el exemplum XI, donde el
conde se queja de la ingratitud de su hermano, que habiendo recibido muchos
favores de su parte, nunca se haya dispuesto a devolver ninguno de ellos. En el exemplum
XIV se retoma el tema con un amigo que se olvida de los favores pasados y exige
favores nuevos que terminan repitiendo la misma actitud. La enseñanza concluye:
“Quien desconoce tu buen fecho non dejes
por él de buscar tu provecho.”
El Libro de los Ejemplos por A.B.C. de Clemente Sánchez de Vercial,
recopila relatos procedentes del mundo clásico. Brinda con ellos un material
idóneo para los predicadores, dado el talante pedagógico y moralizante de las
historias seleccionadas. En uno de los exemplos trata mismamente la ingratitud; en este caso, de los hijos hacia su
padre. Cuenta la historia de un hombre, que habiendo cedido a sus hijos su
herencia en vida, recibió por parte de ellos desagradecimiento y trato desabrido, razón por la cual, se vio obligado a fingirse poseedor de un tesoro para poder, de ese modo, recuperar el respeto de sus hijos, aún sabiéndolo fingido. La moraleja es la siguiente: “Quien da todo lo suyo antes de su muerte
merece que le den con un mazo en la frente”.
2. 3 LA AMISTAD
El tema de la amistad y la fidelidad también
fueron muy recurrentes en este tipo de narraciones, evidenciando la
preocupación del hombre medieval por las relaciones establecidas con los otros.
En uno de Los nueve libros de los
ejemplos y virtudes morales, escrito en el siglo I por Valerio Máximo y
traducido al castellano en el siglo XV, se
trata la amistad entre Alejandro y su médico particular Felipo. Estando
enfermo el rey y siendo avisado a través
de una carta de que se guardase de Felipo, no duda en ingerir el brebaje que
éste le brinda, haciendo caso omiso de las advertencias de los envidiosos, y
demostrando con su gesto, plena seguridad en la fidelidad de su amigo.
El número de amigos con los que presumiblemente un hombre pueda contar, queda explícito en Castigos y
documentos de Sancho IV bajo el sugerente epígrafe. “El
medio amigo”.[3]
Otro caso similar se encuentra en el exemplo de El Conde Lucanor: “De lo que aconteció a un buen home con un su
fijo, que decía que había muchos amigos”.
La reflexión sobre la amistad fue cuestión muy debatida en la antiguedad. En una de las fábulas esópicas “Sócrates sobre los amigos” se le pregunta al filósofo cómo construye una casa tan pequeña siendo éste tan gran varón. “-¡Ojalá pudiera –repuso él –llenarla de verdaderos amigos!”[4].
El mismo Cicerón escribió latamente sobre la amistad en su tratado De amicitia y es presumible que muchos de sus preceptos fuesen conocidos por el hombre del Medievo:
Afortunado es el hombre que llega a tener a lo largo de su vida un amigo.
La verdadera amistad es algo que rara vez se encuentra.
La envidia ante la situación ventajosa de un amigo hace peligrar las amistades más sólidas.
Don Juan Manuel cristianiza el contenido de su exemplo concluyendo que el mejor amigo que puede tener un hombre es Dios, el cual sacrificó a su propio hijo por el amor que nos profesa.
La reflexión sobre la amistad fue cuestión muy debatida en la antiguedad. En una de las fábulas esópicas “Sócrates sobre los amigos” se le pregunta al filósofo cómo construye una casa tan pequeña siendo éste tan gran varón. “-¡Ojalá pudiera –repuso él –llenarla de verdaderos amigos!”[4].
El mismo Cicerón escribió latamente sobre la amistad en su tratado De amicitia y es presumible que muchos de sus preceptos fuesen conocidos por el hombre del Medievo:
Afortunado es el hombre que llega a tener a lo largo de su vida un amigo.
La verdadera amistad es algo que rara vez se encuentra.
La envidia ante la situación ventajosa de un amigo hace peligrar las amistades más sólidas.
Don Juan Manuel cristianiza el contenido de su exemplo concluyendo que el mejor amigo que puede tener un hombre es Dios, el cual sacrificó a su propio hijo por el amor que nos profesa.
2. 4 LA SOCIEDAD
Las
desigualdades sociales intrínsecas de la época, se evidencian en muchos de
estos relatos. Las personas no eran iguales ante la ley. Cada estamento tenía
su régimen jurídico. Los nobles ostentaban inviolables privilegios, mientras que los
villanos estaban condenados al trabajo manual y al pago de tributos. Cualquiera
que ambicionase el ascenso social era castigado, ya que violaba, no sólo la ley
de los hombres, sino el orden divino. Las narraciones relatan en muchos casos
la osadía perpetrada por quienes soñaban en violar los rígidos preceptos
sociales. En el cuento de Calila e Dimna,
“El religioso que vertió la miel sobre su
cabeza”, se narra cómo éste, tras sus devaneos de grandeza, termina con sus
sueños desparramados por el suelo, simbolizados en el cántaro volcado sobre su
testa.
El
mismo motivo, aunque con variaciones, aparece en el exemplo VII de El Conde
Lucanor: “De lo que le aconteció a una
mujer que le decían La Truhana”. La primera versión parece ser del
fabulista griego Esopo, a cuyo texto se limita más la última del cuento La Lechera escrita en el siglo XVIII por
Samaniego. Estas dos remiten más a la idea de “hacer castillos en el
aire”. En la versión de don Juan Manuel, la crítica hacia las vanas ambiciones
de un determinado estamento se acentúan. Promulga la resignación y el
conformismo y arremete contra las fantasías de quienes pretenden escapar de su
miseria, contra aquellos que medrando aspiran a ascender en la escala social.
Cada hombre lleva intrínseco lo que es y es inútil ayudar al que nunca por
naturaleza podrá manifestar gratitud. Aunque las circunstancias lo encumbran,
no lo hará el honor y la virtud de la que siempre carecerán. El noble nace no
se hace, viene a decir el exemplo De lo que aconteció a un deán de Santiago
con don Illán, el gran maestre de Toledo.
La fábula
esópica de El asno y la perrilla, en donde debió inspirarse don Juan Manuel, llega a una conclusión
similar: el hombre debe conformarse con su estado, y no meterse en hacer cosas
que por su naturaleza no le pertenecen, porque de ese modo, corre el riesgo de comportarse
como un asno. “Cuando tenemos deseos
contrarios a la naturaleza, no sólo no conseguimos satisfacerlos, sino que,
además, nos concitamos las mayores calamidades.” [5]
Esta es la conclusión que queda explícita en “El asno y las cigarras”. Asimismo, en “El asno fingiéndose cojo y el
lobo”, a los hombres que se aventuran en empresas desproporcionadas a su
capacidad, les adviene igualmente el infortunio.
En El Libro de los Gatos, aparece el
“Ejemplo del Galápago y el águila”. El galápago, que está siempre en las
profundidades, ruega al águila que lo eleve para mejor poder observar el mundo.
Satisfecha su petición e intuyendo los peligros que su posición conlleva, ruega
que lo vuelva a descender, a lo cual el águila accede dejándolo caer desde las
alturas. El galápago representa los codiciosos que desean su ascenso en la
escala social; el águila, al diablo que satisface los deseos del hombre para
después traicionarlos. Esopo había escrito
anteriormente una fábula similar, “La tortuga y el águila”, pero sin las
connotaciones cristianas que asocia el águila con el diablo. Es curioso, que ya
sea el galápago o la tortuga, en ambos casos, una vez arriba quieran volver a
su estatus original. Las aletas del galápago están hechas para las
profundidades marinas no para el aire, lo cual le hace sentirse incómodo en un
medio extraño. Ha sido un error ambicionar aquello, para lo cual la naturaleza no lo había preparado.
En Calila e Dimna, se cuenta la historia de
“La rata transformada en niña” que puede leerse también en el Panchatantra hindú. En ella un hombre
muy religioso, habiéndole caído encima una rata que llevaba en la boca un
milano, compadecido de ella, pide a Dios que la convierta en niña para mejor
poder criarla. Cuando le da a elegir esposo, siendo ya mujer, la rata opta por el mur porque
“todos tienden a volver a su raíz y
naturaleza” – termina explicando el cuento-.
El tema
central de “La Calandria y el cazador”, incluido dentro del Libro del caballero Zifar, aparece en
numerosas obras medievales. Propone, que no se deben seguir los malos consejos
ni despreciar los buenos. Se toca también el tema de la naturaleza a la que es
preferible no desafiar. El cazador
desatiende el consejo de la calandria: “no intentar lo que imposible es por
natura” y emprende un simbólico vuelo haciendo uso de unas alas confeccionadas con plumas y cera, que al recibir el
calor del sol, se derriten precipitándolo contra la tierra. El cuento resulta
una reinterpretación del mito griego de Ícaro con final idéntico,
con la variante, de no caer por contradecir
a los dioses, sino a la propia naturaleza. El cuento hace alusión a aquellos que queriendo ascender en su
escala social, no tienen cualidades para ello y terminan estrellándose,
víctimas de sus propias pretensiones.
2. 4.1 LOS NOBLES
Don Juan Manuel y el
ficticio Conde Lucanor al que está dirigida la lección de sus cuentos, pueden
mostrarse orgullosos de su linaje y de
pertenecer a la nobleza, cuyos antepasados sirvieron con sus armas a los reyes,
acrecentando con ello el honor de la familia, encumbrada, de ese modo, por las hazañas de sus miembros. El máximo
servicio que puede realizar un hombre, y el más noble, es el de las armas, con
las cuales se sirve no sólo al rey, sino a Dios. La guerra es el ámbito donde se pueden llevar a cabo
las mayores proezas. Con el ejercicio de las armas, puesto al servicio de Dios
contra los enemigos de la religión, el hombre acrecienta su honor en la tierra
y gana un puesto privilegiado en el cielo. Tal idea queda ejemplificada en el
Exemplo IV donde se narra el salto que dio el Rey Richarte de Inglaterra.
En el Enxempo XXI se vuelve a retomar
el tema de la guerra y se increpa a los nobles a seguir la lucha contra los
moros para ensalzar la fe católica, servir con ello a Dios y consolidar su
honra. La guerra es el menester del caballero que no debe solazarse en otros
más livianos menesteres que conllevarían la pérdida del respeto de sus gentes y la mengua de su
honra. El Enxemplo XXII viene a ser una
arenga militar con la que se persigue enardecer los ánimos decaídos tras una
batalla, aconsejando, no demorar la
lucha si el momento es oportuno, pues el cansancio y las heridas de la
nueva contienda, harán olvidar desfallecimientos pasados. Para ganar la
vida, era necesario perderla, ganando en última instancia, la vida eterna.
En otros relatos de la misma índole, se alecciona sobre la
condición de los enemigos, las treguas y las rivalidades que se tornan en
alianzas. En “De lo que aconteció en
Túnez a dos caballeros que vivían con el Infante Enrique”, dos enemigos
terminan aviniéndose para defenderse de un tercero más poderoso que ambos. El
enxemplo se resuelve con una fábula en la que aparecen dos caballos mal
avenidos que ven forzada su alianza ante la amenaza de un león contra el que no
pueden luchar por separado, pero que juntos consiguen vencer, desterrando a
partir de ese momento, sus antiguos y mutuos recelos. La fábula narrada por
Patronio parece tener su antecedente en
la esópica “Los hijos del labrador
desavenidos”, en la que un padre, cansado de las desavenencias de sus hijos,
les demuestra haciendo uso de una gavilla de varas -que juntas no pueden
quebrar- que la concordia es superior por su fuerza y la discordia fácil de
vencer.
El mismo Esopo había tratado la sátira política
y los temas bélicos en sus fábulas, haciendo uso de la personificación de
animales, tal como se muestra en “El león y el delfín” o “El león y el jabalí”.
En esta última concluye:
“Conviene acabar con
las malas disputas y las rivalidades, porque su resultado es peligroso para
todos los partidos”[6]
El ejercicio de la guerra era impuesto por la sangre. A través de dicho
ejercicio, los nobles cumplían con su misión social quedando por ello enaltecidos,
y sus privilegios justificados. La obra de don Juan Manuel, no es en absoluto
desinteresada, es la defensa de la clase a la que pertenece. Por tanto, don
Juan Manuel desconfía de aquellos que
con el dinero fácilmente adquirido y de dudosa procedencia, osan acceder a los
mismos privilegios ganados por quienes
arriesgan su vida en el fragor de las
armas.
El tema del
linaje preocupaba de tal manera en la época, que se marginaban a los bastardos,
hijos ilegítimos o de padres desconocidos. En el exemplo XXXII “De lo que aconteció con los
burladores que hicieron un paño”, un rey manda la elaboración de una tela
milagrosa que solo podrá ser vista por aquellos que conocen a sus padres.
El rey se muestra desnudo ante sus súbditos que encubrirán el timo,
creyendo por recato, que lo que verdaderamente
encubren es, no ser sus padres los que
ellos creían ser. El cuento tuvo mucha
repercusión en los siglos venideros, quizás por la capacidad de ser reinterpretado.
Es un ejemplo de la adaptación de un determinado cuento a los axiomas ideológicos de cada época. Cervantes
en el entremés de El retablo de las
maravillas incluye la variante de la
limpieza de sangre, preocupación esencial en la España del Barroco, y Christian
Andersen lo convertirá en un paño, solo visualizado por los listos, que terminarán finalmente, siendo los más tontos.
2.4.2 LOS VASALLOS
Las
relaciones entre el vasallo y su señor, fue también objeto de crítica social en muchos cuentos medievales. No están exentas las reivindicaciones que evidencian el inconformismo
ante la jerarquía impuesta por el sistema feudal. Algunos exemplos se atreven a poner en tela
de juicio la actitud de los malvados que abusan de su poder y muestran
insensibilidad ante las necesidades del pueblo. Las connotaciones negativas del
poderoso se expresan a través de la elección de ciertos animales como el zorro,
el lobo o la serpiente. En el Calila e
Dimna, “El hombre y la serpiente”, da muestra primero, de la ingratitud de
la serpiente, que siendo servida por un matrimonio, quiere acabar con la vida
de ambos, vertiendo su ponzoñoso veneno en su sustento; después, del
resentimiento, que hace imposible la convivencia bajo el mismo techo.
En el Libro de los Gatos, el “Ejemplo del lobo y de la cigüeña” hace
alusión al trato desfavorable del señor que recibe el servicio de su vasallo.
El mismo contenido crítico se halla en la fábula esópica “El lobo y la garza”.
Cuando, el poderoso ejerce la justicia, asegura con su recto
proceder, la estabilidad del estado. Por
el contrario, el abuso del poder, genera inestabilidad y desencanto. Por eso
Esopo en “El león rey” concluye diciendo:
”Cuando la justicia
reina en el Estado y todas las decisiones son justas, los humildes viven
también tranquilos.”
Estos
humildes tampoco se libraron de ser criticados. Francesc Eiximenis, autor
nacido en Gerona hacia 1340, refleja en su obra su peculiar visión de la
sociedad de su tiempo. No tiene buena opinión de los campesinos a los que identifica con las bestias. En uno de los
cuentos, interrogado Claudus Prosaicus sobre cómo debía hablar con ellos,
éste responde: “así como yo hablaré con
el asno”[7], dando
por sentado que no hacen caso a no ser que los muelas a palos.
2.4.3
EL CLERO
El clero fue otro estamento social que gozó de
privilegios. Tenían sus propios tribunales eclesiásticos independientes del
poder real, disfrutaban de un considerable patrimonio e igualmente, tenían
acceso a la vida de la Corte. La Iglesia era la encargada de investir al rey, y dado que el poder de los monarcas procedía de Dios, estos debían
defender los postulados del cristianismo. Dios amparaba de ese modo, al
caballero cristiano y castigaba al impío.
La predicación era uno de los instrumentos más
eficaces para ganar prosélitos y guiar la conducta de los feligreses. En la
Edad Media proliferaron las recopilaciones de exemplos, sermones y citas que facilitaban la labor del predicador.
La funcionalidad litúrgica y catequística de este tipo de narraciones había
sido heredada de las corrientes orientales, sobre todo de la biblia a través de
las parábolas evangélicas. En muchos casos, tomaron como fuente, no sólo las
antiguas escrituras, también obras hagiográficas y de la literatura pagana. Entre ellas fue
muy leída el Especulo de los Legos.
La diatriba a los usureros[8]
y otros vicios humanos, la recompensa al hombre que cumplía fielmente con los
preceptos de la Iglesia, el castigo a los blasfemos o impíos, la narración de
algún milagro, o los beneficios de la penitencia, eran algunos de los temas
tratados en este tipo de obras.
En el Libro
de los Gatos aparecen tanto fábulas esópicas como alegóricas. Es el caso del “Ejemplo del mancebo que amaba a la vieja” donde una primera
lectura parece dirigida contra aquellos que habiéndose casado con mujeres
jóvenes cometen adulterio con una vieja. Sin embargo, una más profunda, nos
remite a aquellos hombres que se sienten atraídos por el diablo, pudiendo estar
plácidamente con Dios. El diablo aparece
representado por una vieja, que torna su apariencia hermosa ante
los ojos del mancebo.
Otra representación del diablo se encuentra en el
“Ejemplo de lo que aconteció entre el
zorro y el lobo”. El zorro hace descender al lobo a una cueva prometiéndole un abundante sustento. Una vez dentro, ya no
puede ascender. El astuto diablo ha conseguido su objetivo: atraerlo al
infierno. Análoga representación del mal aparece en el “Ejemplo del ave
quebrantahuesos” que eleva a sus víctimas para posteriormente dejarlas caer. Cuanto
más alto las impulsa el diablo, más sufrirán la caída.
Al mismo libro pertenece
una extraña alegoría de Jesucristo, que se hizo hombre y
se dejó mancillar por el pecado para salvarnos: el “Exemplo del gusano hidrus”. Otro animal fantástico aparece en el
“Ejemplo de la bestia Altibolí”,
monstruo de gran cornamenta, por causa de la cual, queda prisionero en
las ramas de los árboles impidiéndose a sí mismo, de ese modo, su huída.
Representa a los delincuentes y asesinos que no pueden rehacer su vida, por
tener el alma cada vez más enredada en el pecado. Del mismo modo, a
los bebedores o viciosos, incapaces de abandonar sus hábitos, al hallarse
prisioneros de ellos.
En Barlaam
y Josafat, Se cuenta la historia “Del hombre que iba huyendo por miedo del
unicornio y se subió encima del árbol.” El mismo narrador explica la simbología
del cuento, identificando al unicornio con el diablo; el árbol, con la vida del
hombre; los mures, con los días y las noches que la consumen; la miel, con el exiguo deleite de los hombres en este mundo.
El hombre debe dejar de sentirse atraído por
cuestiones vanas; todo en este mundo es efímero y perecedero, lo único que
importa es la conservación del alma inmortal -viene a decir este tipo de
relatos-. La vida humana sólo es transitoria, preparación para la resurrección eterna.
El enemigo contra el que hay que luchar es el diablo que adopta múltiples
formas para tentar al hombre. El único medio de salvación es mantenerse
vigilante ante el mal y adiestrarse en el cultivo de la virtud.
Tampoco el clero estuvo exento de escarnio. Se
dice, que el referido anteriormente, Libro
de los gatos, debe su controvertido nombre, a los clérigos de dudosa
reputación que tanto se critican en la obra. El libro es una
traducción de la 2º mitad del XIV de Las
Parabolae o Fábulas de Odo de Cheriton, clérigo de origen inglés, fabulista
y predicador que murió en 1247. El traductor anónimo incluyó ejemplos
inexistentes en su antecedente y acentuó el tono de escarnio generado por el
espíritu crítico de la época, en respuesta al clima de
corrupción y de decadencia moral de la Iglesia católica agravado a finales de
la Edad Media.[9]
En el “Ejemplo del cazador y las perdices” hay una crítica implícita a los obispos y prelados que parecen
bondadosos y santos, simulan piedad, y lo único que buscan es acaparar riquezas
a costa de sus feligreses. El cazador parece
llorar, pero no es por causa de
ningún pesar, sino por una enfermedad que tiene en los ojos que le hace
lagrimear. La falsa piedad no engaña a las perdices, del mismo modo que los
humildes no se dejan engañar por la amable apariencia de los malvados.
Don Juan Manuel usa un
motivo similar en “De lo que aconteció a un hombre que tomaba perdices” donde
Patronio aconseja al Conde Lucanor acerca de la hipocresía humana. Viene a
decir que para emitir un juicio sobre un hombre, basta con fijarse en sus obras, no
en las apariencias. Las obras son las que realmente ayudan a dilucidar la auténtica valía de un hombre.
Otras amonestaciones se dirigen hacia aquellos miembros de la Iglesia que se hacen pasar por piadosos y santos con
el único objeto de acrecentar sus riquezas y su poder. En el “Ejemplo del gato y
el ratón”. se narra cómo un gato que vivía en un monasterio,
habiéndose comido a todos los ratones excepto uno, simula volverse santo para
cazarlo. De nuevo en el “Ejemplo de los ratones” aparece implícita la crítica a
los clérigos usureros, esta vez representados a través de los roedores que
viven medrando enfrentándose continuamente al gato-diablo- que les acecha.
La Disputa de un asno de Anselm Turmeda, fue uno de los
libros que con mayor rigor persiguió la Iglesia católica por sus ataques hacia
este estamento. En uno de los cuentos se narra lo acontecido a dos frailes, uno
franciscanos, y el otro de la orden de los Predicadores, que llegan a un pueblo durante la fiesta de Navidad. Cuando
iban finalmente a tornar a su ciudad, el conde les concede a cada uno
un deseo. El fraile predicador, para no ser menos que el franciscano, pide el
doble de lo que pida éste. El franciscano al oírlo, busca la forma de
perjudicarlo y solicita que le den doscientos palos. La codicia del primero, no es menor que la
maldad del segundo que aunque bien magullado, se complace viendo cómo su
compañero recibe finalmente el doble de palos.[10]
2.4.4. LOS MERCADERES
La actividad mercantil a lo largo de la Edad Media se acrecienta. Con ello las ciudades van adaptándose al ritmo frenético de los nuevos tiempos. La burguesía, por entonces, incipiente, acumula cada vez más riquezas y empieza a rivaliza en lujos y
ostentaciones con una nobleza cada vez más empobrecida. De la situación
de esta última, habla incluso don Juan Manuel en algunos de sus exemplos en los que el mismo Conde Lucanor parece sufrir de embargos
y situaciones precarias.
Los mercaderes habían protagonizado muchas de las diatribas orientales contra la usura, la
codicia o la ambición. Se personificaban en ellos la mezquindad y la
astucia. En el Calila e Dimna, “Los ratones
que comían hierro”, narra la burla de la que fue objeto un comerciante que
se quedó sin su dinero y de la treta que usó para lograr recuperarlo.
Los
comerciantes que se habían enaltecido en la Edad Media gracias a sus riquezas,
empezaron a comprar títulos nobiliarios, gozar de privilegios, casar a sus
hijos con mujeres de noble linaje, ser servidos y agasajados. Es decir,
llegaron a comprar con su oro, el honor que creían poseer en exclusividad los
nobles, los cuales se sintieron amenazados por estos advenedizos y reaccionaron
contra ellos. Los relatos muestran la suspicacia
de estos señores de rancio abolengo que ven decrecidas sus riquezas frente al rápido y fácil enriquecimiento de una clase social emergente de cuyos principios desconfiaban.
Don Juan
Manuel deja constancia de quién es un “verdadero
hombre” en “De lo que aconteció al
conde de Provencia con Saladín, que era soldán de Babilonia”. Este relato preconiza algunas ideas renacentistas expuestas por Baltasar de Castiglione
en El Cortesano. Prioriza las buenas
costumbres, las maneras, la virtud del
entendimiento y la bondad, que acrecientan la honra, por encima de la riqueza y el
poder. De ese modo llega a decir:
“…de preciar era el
hombre por las sus obras y por la nobleza de su linaje que non por la riqueza”.[11]
El
conde de Provencia elige al marido de su hija entre un conjunto de
pretendientes a cuál más rico y poderoso. El conde lejos de dejarse seducir por títulos ni fortunas, elige a su yerno por
sus cualidades, aludiendo que en posesión de éstas, vendrán en consecuencia los
provechos. El hombre se encumbra por sus
acciones y sus virtudes. Será por tanto, su modo de proceder, lo que lo distinga
de los demás.
A mi modo de ver, hay atisbos de modernidad en la visión de don Juan Manuel, que aún creyendo en la excelsa condición de los nobles, llega a dilucidar, la adulteración de la nobleza a causa de las pretensiones de la misma burguesía. Lo que realmente enaltecer a un hombre es su condición innata, su educación o un recto proceder. Considera que el linaje que se hereda de padres a hijos puede perderse del mismo modo que adquirirse a través de las obras porque: “muchos hombres de gran guisa que eran los padres muy ricos y mucho hondrados y después los hijos non fueron tan buenos como debían y fue en ellos perdido el linaje e la riqueza, y otros de gran guisa y de pequeña que, por gran bondad que hubieron en sí acrecentaron mucho en sus honras y en sus faciendas, en guisa que fueron muy más leales y más preciados por lo que en ellos ficieron y por lo que ganaron que aun por todo su linaje.”
A mi modo de ver, hay atisbos de modernidad en la visión de don Juan Manuel, que aún creyendo en la excelsa condición de los nobles, llega a dilucidar, la adulteración de la nobleza a causa de las pretensiones de la misma burguesía. Lo que realmente enaltecer a un hombre es su condición innata, su educación o un recto proceder. Considera que el linaje que se hereda de padres a hijos puede perderse del mismo modo que adquirirse a través de las obras porque: “muchos hombres de gran guisa que eran los padres muy ricos y mucho hondrados y después los hijos non fueron tan buenos como debían y fue en ellos perdido el linaje e la riqueza, y otros de gran guisa y de pequeña que, por gran bondad que hubieron en sí acrecentaron mucho en sus honras y en sus faciendas, en guisa que fueron muy más leales y más preciados por lo que en ellos ficieron y por lo que ganaron que aun por todo su linaje.”
La observación del uso que hace el rico de sus
riquezas o el medio de conseguirlas del pobre, es también tema frecuente en los cuentos
desde época muy antigua. En el Enxemplo
XV de El Conde Lucanor se hace
alusión a las escrituras para corroborar
su mensaje: ”Ubi est thesaurus tuus, ubi
est cor tuum”. El rico debe usar sus riquezas para acrecentar su honra, no
juntarlas sin más, guiado por la avaricia. Debe hacer el bien para ganar el
“tesoro verdadero”. El que amase sus riquezas en la tierra, de nada le servirá
allí en el cielo.
En el Enxemplo XV se recomienda la caridad, pero amonestando practicarla en
vida, no dejarla prescrita para después de muerto cuando ya ninguna acción póstuma, por muy buena que sea,
revierta en su balanza. Debe suponer el desprendimiento de una parte
considerable de la fortuna, no de las sobras, y realizarse ésta por
Dios, no por vanagloria de la propia
persona.
La codicia también aparece tratada en las fábulas
de Esopo. En “El perro y la sombra”,
un perro que llevaba un pedazo de carne, al pasar por un río y ver en él reflejada
su imagen, pensando que el que por allí pasaba era otro perro con otro trozo de
carne en la boca, se lanza al río para arrebatársela, perdiendo de ese modo, su
sustento. En “La mujer y la gallina” se llega a la misma moraleja: “quien busca
por avaricia poseer más de lo que tiene, pierde incluso lo que poseía.
Continuación: Pensamiento medieval a través de los Exemplos III. Misoginia http://aliciaenjuist.blogspot.com.es/2013/12/pensamiento-medieval-transmitido-traves.html
Pensamiento medieval a través de los Exemplos I: http://aliciaenjuist.blogspot.com.es/2013/11/pensamiento-medieval-transmitido-en-los.htmlContinuación: Pensamiento medieval a través de los Exemplos III. Misoginia http://aliciaenjuist.blogspot.com.es/2013/12/pensamiento-medieval-transmitido-traves.html
[1] Menéndez
Peláez, Jesús, Historia de la Literatura Española. Volúmen 1 – Edad Media,
Everest, León ,p.285.
[2] Alvar,
Carlos “Esta es la tempestad que dizen los omnes” A propósito del cuento 14 de
Sendebar. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. 1951.
[3] Rubio Tovar, Joaquín, Cuentos Medievales
españoles, Nueva Biblioteca Didáctica, Anaya,2006,pp.41-47.
[4] Esopo y
Fedro. Ediciones Internacionales Universitarias. Eiunsa S.A. Madrid, 1998,
p.192
[5] Esopo y
Fedro, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid,1998, p.127.
[6] Esopo y
Fedro, Ediciones Internacionales Universitarias, Eiunsa S.A. , Madrid, 1998,
p.95.
[7] Bobes, Jesús Maires, Cuentos de la Edad Media y del siglo de Oro, Akal Literaturas,2006,
pp. 78-79.
[8] En 1139,
El Concilio Lateranense había condenado la “insaciable rapacidad de los
usureros”. Años más tarde los condenó incluso a no recibir sepultura
eclesiástica. Bobes, Jesús Maires, Cuentos
de la Edad Media y del Siglo de Oro, p.109. Este hecho explica que el tema
de los codiciosos fuera uno de los más tratados en los exemplos de la Edad
Media.
[9] Aguilar
Montero, Libro de los Gatos. Análisis de un ejemplario medieval.
http:www.ucm.es
[10] Bobes,
Jesús Maire Cuentos de la Edad Media y el Siglo de Oro, Akal Literaturas,
Madrid, 2006, pp.86-88.
[11] Don Juan
Manuel, El Conde Lucanor, Espasa Calpe, S.A., Madrid, 1976, p.42
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